
Esto no es una nota nostálgica sobre cómo una galleta cambió nuestras vidas. Tampoco es un intento por explicarte cómo sumergir una Oreo en leche sin que se te desintegre en el proceso (aunque eso también merece su ciencia).
Esto es otra cosa: una carta abierta a una galleta que aparentemente decidió hacer las maletas y decirnos “bye, México”.
Sí, Oreo publicó un “Adiós México” en sus redes. Imagen dramática de una galleta partida por la mitad, corazones rotos por todos lados, y un mensaje que, sinceramente, sonó más a ruptura amorosa que a estrategia de marca:
“Nos parte decirte que tu Oreo de siempre se despide.”
¿Así nada más? ¿Sin plática previa? ¿Sin terapia de pareja? ¿Ni una encuesta de satisfacción?
Pero antes de ir al súper y vaciar el pasillo de galletas como si fuera el fin del mundo (otra vez), respiremos hondo. Esto ya ha pasado antes. Literalmente. En España hicieron la misma jugada. Y spoiler: no era una despedida. Era una campaña para lanzar un nuevo producto.
Así que sí, todo apunta a que esta despedida es como esas historias de exes que dicen “no eres tú, soy yo”, pero luego regresan con nuevo corte de cabello y un post en Instagram con cita de Paulo Coelho.
¿Queremos caer en el juego otra vez? Sí. Porque somos emocionalmente débiles ante una buena Oreo.
Drama digital: cuando una galleta te deja en visto
Vamos a hablar de la verdadera historia aquí: las redes. Porque en cuanto Oreo publicó su despedida, Internet hizo lo suyo. El caos fue inmediato.
Gente con antojo, gente confundida, gente armando teorías conspirativas más intensas que las de un episodio de “La Rosa de Guadalupe”.
Y claro, hubo comentarios para todos los gustos:
“No por favor no asusten!!! Hasta mi perro se llama Oreo…”
“¿Esto es por el Día de los Inocentes, verdad?”
“Se fue como mi ex: sin explicación y sin aviso.”
Lo mejor es que todo esto pasó en un par de horas. Así de metidos estamos. Así de fuertes son los lazos emocionales que hemos creado con una galleta rellena de crema.
Pero ¿por qué nos pega tanto? Bueno, porque Oreo no es solo una marca. Es parte de nuestras tardes frente a la tele. De nuestras loncheras de la primaria. De ese postre improvisado cuando no hay nada más en la alacena pero aún queda imaginación.
Entonces, cuando te dicen que se va, aunque sea por un rato o por pura estrategia de marketing, pues sí, duele. Aunque sea un poquito. Aunque sea simbólico. Aunque sepamos que probablemente es puro cuento.
Lo importante no es si se va… es a quién se lleva entre las migajas
Y aquí viene la parte que sí debería preocuparnos un poco más: la comunidad de personas que usan Oreo como materia prima. Sí, estamos hablando de las reposteras que venden gelatinas artísticas, pasteles fríos, cheesecake con base de galleta, frappés con Oreo molida… las Nenis reposteras, básicamente.
Porque cuando una marca con ese tipo de poder dice “me voy”, incluso si es solo parte del show, afecta. ¿Cómo pones en tu menú “pastel de Oreo” si la Oreo “ya no está”? ¿Cómo explicas que no es lo mismo si usas una genérica que sabe a cartón dulce con cacao diluido?
La gente compra lo que conoce. Y Oreo es reconocible hasta con los ojos cerrados. Así que este movimiento, aunque sea solo una campaña, genera ansiedad real para quienes usan ese ingrediente para trabajar.
Y eso no es solo “ay, qué exagerados”. Eso es logística, ventas y reputación en redes.
¿Lo peor? Nadie explicó nada. Solo pusieron la imagen de despedida y ya. Ni una pista. Ni una fecha. Ni un «espera que tenemos sorpresas». Solo el silencio incómodo de cuando dices “tenemos que hablar” y luego no respondes mensajes en tres días.
Adiós Oreo… pero no te vayas muy lejos, ¿ok?
Lo más probable es que todo esto sea una jugada de marketing. Y, si somos honestos, no está mal. Es creativa, nos hizo hablar del tema, despertó emociones, y probablemente pronto venga acompañada de un nuevo sabor, una edición especial o una colaboración rara tipo “Oreo con tamarindo” o “Oreo rellena de mazapán” (no nos molestaría, la neta).
Pero si algo deja claro este “Adiós Oreo” es que no solo estamos comprando galletas. Estamos comprando una experiencia, una historia personal. Un objeto comestible con nostalgia incluida.
Y es ahí donde las marcas juegan en terrenos delicados: la emoción. Si bien pueden capitalizar el impacto, también pueden ganarse un unfollow si no manejan bien el chiste. Porque aunque muchos entendemos que esto es marketing, otros lo viven como una pérdida real.
Y en un mundo donde todo cambia tan rápido, perder cosas que son parte de lo cotidiano… sí pesa.
Así que, Oreo, si estás leyendo esto (no lo estás, pero vamos a fingir que sí), déjanos saber pronto qué estás tramando. Y si vas a volver con un nuevo look o un sabor de temporada, avísanos con tiempo. Porque nos gusta emocionarnos, pero también nos gusta saber con qué vamos a acompañar el café.
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